Leyendas retro #1: Jim Clark

El primer bicampeón británico

Debutó en 1960 en el Gran Premio de Países Bajos, sustituyendo a John Surtees, que seguía compitiendo en el campeonato de motociclismo. En aquella primera carrera llegó a rodar en quinto lugar, cuando a falta de 18 vueltas tuvo que abandonar por un problema en la transmisión de su monoplaza. A pesar de la retirada, su desempeño en aquel primer Gran Premio fue suficiente para llamar la atención de muchos en el paddock, atención que ya no perdería hasta su retirada en 1968.

El interés de los medios y de sus compañeros y jefes de equipo no fue lo único constante en su carrera, Clark nunca cambió de equipo. Sus 9 temporadas en la categoría las disputó con Lotus, un total de 72 citas sumando más de 21000 km, de los cuales pasó 10000 rodando en primer lugar. Un impresionante dato que dice mucho de lo dominante que fue su paso por la categoría.

Y no es la única cifra sorprendente de su palmarés. El británico logró 33 pole positions, 25 victorias, 32 podios y 28 vueltas rápidas. Un bagaje más que positivo, especialmente si tenemos en cuenta que no pudo completar una de cada tres carreras en las que participó, por problemas mecánicos o accidentes.

Los campeonatos del mundo llegaron en 1963 y 1965, temporadas en las que fue el absoluto dominador, ganando 7 y 6 carreras respectivamente. Logró también el subcampeonato en el año 1962 y quedó tercero en la clasificación de 1964 y 1967.

Jim Clark murió el 7 de abril de 1968, durante una carrera de Fórmula 2 en Hockenheimring, cuando su coche perdió el control y se salió de pista, estrellándose contra los árboles. Aquel mismo año, tres meses antes, había ganado el primer Gran Premio del mundial de Fórmula 1, campeonato que acabó ganando su compañero Graham Hill, lo que deja la duda de lo que podría haber conseguido si su fatal accidente no hubiera ocurrido.

Considerado por muchos como uno de los mejores pilotos de la historia, Clark dejó una huella imborrable en la memoria del automovilismo, y el recuerdo de un genio que nunca tuvo techo.


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